Libros

viernes, 29 de octubre de 2010

Salí de casa de Isabel iluminando el pasillo con la tenue luz del móvil y las manos llenas. Intentando no hacer ruido, tan preocupada por ello que casi olvide las botas dentro de la casa. Cuando por fin cerré la puerta respire tranquila, me calze y llame al ascensor. Nada más entre en el ascensor me despeje un poco con su luz completamente blanca y al salir el frió aire nocturno me despejo aun más.
Las calles estaban absolutamente vacías, solo un moñas con su perro andaban por ellas, parecían tener prisa tal vez huían de algo, tal vez huían de la otra moñas armada con un paraguas y un montón de bolsas. Desde luego tenía cara de asesina en serie después de no haber recibido mi dosis diaria de café.
Cruce la salida del gragea de casa de Laura y su conserje me miro como si me conociese, siguió mis pasos con la mirada que parecía decir:
-¿no es esa la chica que cruza todas las mañanas sin mirar, poniendo en peligro su vida?
Cuando por fin llegue al cruce no había coche alguno. Al final de una de las calles había un semáforo en ámbar que parpadeaba como si dijese:
-Yo parpadeo por hacer algo.
Sin embargo conforme me acercaba a la M-30 la vida empacaba a dar señales. Decenas de coches con sus respectivos conductores y con sus respectivas caras largas conducían de arriba para abajo.
Un coche conducía rápidamente por la calle, saltándose claramente el límite de velocidad, total solo un moñas iría por la calle a esas horas y un moñas menos en el mundo no sería una gran perdida. no?