Libros

martes, 24 de enero de 2012

Capítulo 15

Verónica prefería llevar un mechero grande, tener solo uno, pero Rebeca no. A Rebeca le gustaba tener cientos de mecheros, no porque los coleccionara sino porque le gustaba juguetear con ellos. Uno de estos mecheros subía y bajaba en la mano de Rebeca, sentada tras el escritorio. La sala era grande, tradicional. Con las paredes revestidas de madera y estanterías llenas de libros y maquetas de coches. El padre de Rebeca siempre había dicho que una mujer no encajaba en aquel sitio. Rebeca pasó la vista por cada recodo de su despacho. Tal y como había anunciado la secretaria entró el que muy probablemente sería su nuevo ingeniero. Un hombre moreno, vestido con traje oscuro, camisa de color crema y corbata.
 -Buenos días, perdona que no me levante.-Saludó ella mientras levantaba el bastón. Siéntate, Diego, ponte cómodo. Diego hizo caso, se sentó con cuidado en una de las sillas verdes que había frente al escritorio. Mientras lo hacía observó a Rebeca. Era una mujer atractiva, de pelo castaño y ojos claros. Llevaba puesto un traje de chaqueta negro sobre una camisa blanca. A primera vista parecía cualquier oficinista normal. No llevaba joyas vistosas y su recibimiento había sido de lo más normal. Sin embargo, Diego sabía que Rebeca era una de las personas más extravagantes que conocería jamás. No llegaba a los cuarenta y solo hacía 13 años que dirigía la compañía de coches que anteriormente había sido de su padre. Durante esos trece años Rebeca había cambiado todo en aquella compañía, para bien.
 -Bueno… Dime, Diego, ¿te gustan los coches? Como supongo que ya sabrás a mí sí. En especial me gustan los coches modernos. Sí, me gustan las cosas modernas en general. Y te preguntarás ¿por qué este despacho de carcamal? Este despacho está igual que el día que lo heredé. Es una “replica” se podría decir-dijo paseando la vista por la habitación- Cuando me senté me recomendaron que me limitase a aceptar los consejos de siempre y mantenerme en lo de siempre. Supongo que sabrás que esto fue allá en Inglaterra, donde las fábricas de mi padre han estado siempre. Allí se producían coches de lujo, si, están bien pero yo siempre quise una de esas grandes cadenas de producción con maquinas y lucecitas. Sin embargo, quien se iba a ir hasta allí arriba para comprar un buen coche, nadie. ¿Conseguí la cadena de montaje?
 Diego asintió, conocía el discurso que había dado Rebeca cuando había abierto la central de la empresa en Madrid. Había hablado sobre como el clima podía influir no solo en el estilo del coche sino en el humor de los conductores y eso repercutía directamente con el índice de ventas.
 -Claro que la conseguí, lo he conseguido todo, todo menos librarme de este maldito palo. Pero sería un poco injusto decir que yo lo conseguí, yo solo estuve allí atosigando a todo el mundo, a mi equipo técnico. Pensarás que suena rimbombante, pero desde luego, son mi equipo, los conozco a todos y si todo sale bien pronto tú también. La persona que te puso en contacto conmigo no tiene nada que decir en este tema, sin embargo, hasta tu actual jefe me ha dicho que eres un gran trabajador. Seré sincera, me gusta mucho lo que veo y todas las referencias que tengo de ti son buenas recomendaciones. Me he despertado generosa esta mañana...Como te he dicho antes quería una cadena de montaje, bien ahora quiero un puesto en el mundo del deporte automovilístico. Dime, ¿Sigues las carreras, Diego? Yo la verdad es que no demasiado, pero eso es porque no hay nada que valga la pena, no hasta que estemos nosotros. Quiero que me ayudes a llegar a las carreras. –hizo una pequeña pausa y clavó sus ojos en los de Diego, él mantuvo su mirada hasta que ella sonrió amablemente.-Claro que no cualquiera entra en mi equipo, solo algunos, por eso tendrás un mes de prueba.