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lunes, 30 de abril de 2012

Aventuras de sábado noche


Hace dos días, el sábado pasado, me robaron el móvil. Delante de mis narices, por lo que parece. Estaba cenando con una amiga después de ver Los Vengadores(película que recomiendo mucho)  y en un momento me acorde de que tenía que mandar una cosa. Al buscar el móvil en el bolso no estaba . Pregunté a un camarero en la barra y me dijo que no me lo había dejado allí pero este se ofreció a ayudarme a buscarlo. Aparte de la situación me di cuenta de dos cosas.
 En la mesa de al lado  estaban sentados dos adultos que rondarían los 50 años. Ningúno de los dos se movió cuando yo busqué el teléfono por debajo de su mesa. Lo cierto es que yo no me movería si alguien comenzase a mirar por debajo de mi mesa sin razón aparente. Pero  la señora allí sentada estaba contándole a su acompañante que me habían robado el móvil. Me dieron muchas ganas de soltarle algo bastante inadecuado. La mujer estaba perfectamente informada  y hasta dio una descripción de qué modelo era mi móvil.  Vamos, si sabes que a una persona le han robado el móvil y es obvio que está buscando desesperadamente por debajo de tu mesa lo mínimo que puedes hace es ofrecerte  ayudar ¿no? Por lo menos mover las piernas para mejorarle la visión a esta persona, digo yo…
Volviendo al camarero. El hombre debía de tener 30 años, no muy alto y claramente latino. Nos ayudó a mover la mesa y nos obsequió con lo siguiente:
-¿Sabes quienes van a haber sido? Los “rubitos” si… vinieron y se sentaron pero no pidieron nada…Eso lo hacen muchos  rumanos y gente de esa…Van robando por ahí. Te lo digo yo, van a haber sido esos.
Lo cierto es que en lo que decía tenía parte de razón, dos personas se habían sentado a nuestro lado y el mismo había ayudado a separar su mesa. A mi amiga y a mi nos hizo bastante gracia. El hombre volvía de vez en cuando con nuevos argumentos para reforzar su teoría sobre “los rumanos y esos” que “siempre van a robar”
Y hasta aquí las dos cosas más relevantes que me han ocurrido últimamente… 

Capítulo 16

Antes de nada: Hola, me llamo Beatriz y no sé porque no había actualizado esto antes. Lleva mucho tiempo hecho... Se me había olvidado por completo eso de que detrás del 15 va el 16... Lo siento.


Durante un eterno segundo sintió que caía al vacio.  Durante un eterno segundo  se le encogió el corazón y todos los músculos de su cuerpo se tensaron. Pero solo durante un segundo, hasta que su pierna derecha chocó contra el suelo dolorosamente.
Se incorporó en el suelo, estirando las piernas. Al otro lado del ventanal seguía lloviendo, con menos intensidad que cuando se había quedado dormida pero lloviendo al fin y al cabo. Llevaba todo el día así. Miró la hora, casi eran las tres,  si se daba prisa no llegaría tarde. Se volvió a sentar y observó las botas con un suspiro. Se puso la primera trabajosamente y escondió los cordones alrededor de su tobillo. Estaba muy cansada y todo le costaba el doble que antes. Se frotó la cara y notó la capa de maquillaje, más espesa de lo habitual.
Se alegró de que Diego no estuviese para verla así. Lo cierto es que ese chico estaba teniendo mucha suerte. Verónica tenía la sensación de que los papeles de ambos se habían intercambiado. Se miró en el espejo.
“De haber sabido que  acabaría así no le habría ayudado.” Pensó al verse el rostro cansado y enfermo. Ella había sido muy afortunada, todo le había ido bien hasta un par de años atrás. Poco después de conocer a Diego las cosas habían ido a peor. Siguió pensando en como Rebeca le había agradecido una y mil veces que le hubiese traido a semejante ingeniero.  Rebeca estaba encantada, desde luego, era un gran chaval, le dicía siempre que se veían. Rebeca le había colmado de regalos, le había buscado un piso y le había dado un coche nuevo. Eventualmente se lo llevaría a la cama.  Lo cierto es que Rebeca podía hacer con él l que quisiera. Su buena acción le estaba costando muy caro.
Nada más salir de su casa, apenas si había recorrido un par de metros un hombre gritó su nombre a su espalda. Ella se giró y vio con desagrado como Mario se acercaba había ella a grandes zancadas. Iba vestido con vaqueros y una chaqueta de cuero marrón y llevaba un par de bolsas en una mano.
-¡Buenos días!¡Cuánto tiempo!
-Hola.-Respondió Verónica que  tenía un aspecto terrible  y mucha prisa.  Mario le contó cómo iba su vida, era un hombre muy hablador, que conseguía hablar solo de si mismo sin resultar desagradable.
-Bueno, ¿qué tal tu vida?
-Bien… Un poco liada, supongo…- respondió Verónica, no sería muy adecuado contarle sus penas a Mario en medio de la calle.
-Algo te habrá pasado que me puedas contar ¿no?- dijo él con una arrebatadora sonrisa.
-Lo cierto es que tengo un poco de prisa.
-Ah, no importa he visto tu tanque antes, te acompaño hasta donde está.
-Perfecto.
Mario comenzó a contarle como su hijito iba creciendo poco a poco. Le comentó que estaba deseoso de que llegase la fiesta del pequeño. Porque era una fiesta no un bautizo. Le explico que aquello del bautizo se lo había inventado Rebeca pero que tanto él como su  pareja lo que querían era celebrar  que tres personas eran más felices por estar juntas.
Verónica se sorprendió de lo rápido que hablaba. Iba distraída contando los segundos que tardaba en hacer una frase, fijándose cuando se paraba a respirar cuando él preguntó:
-Entonces ¿tú pretendes aparecer o no?- aquello no lo esperaba. Miró hacia el coche, apenas a cinco metros. -Deberías.
-¿Debería? ¿Y qué ha hecho esta vez Leonardo como para que quieras que aguante mi visión durante vuestra celebración de la felicidad?
-No ha hecho nada.
-Entonces permíteme que te recuerde que me retiró su amistad. No quiero llegar allí y que me grite y a saber qué otras cosas es capaz de hacer.
-Es una persona civilizada, no un salvaje.
Verónica guardó silencio. Mario sonrió.
-Vale, piensa lo que quieras de él. Pero tiene la capacidad de perdonarte. Perdona hasta a Rebeca. Tan solo tendrías que darle una buena explicación por lo que hiciste. Te escuchará, te lo prometo.  ¿Tienes esa explicación?
¿Cómo habían llegado hasta ese punto en los treinta metros que separaba el coche de su portal?
-Claro que tengo una explicación…Estuve pensando…No me parece adecuado…Sabes como es mi vida, no voy a estar siempre del todo disponible para una persona. Si os pasase algo yo tendría que hacerme cargo del niño. Un niño no encaja en mi vida de ninguna manera.
-No tienes porque encargarte tú.- intervino él.-Está mi padre y mi familia…
- No me parece bien dejar que todo cayese sobre tú familia. Para eso sería mejor buscar a otro candidato. -Las palabras comenzaban a sonar huecas, no quería enfrentarse a Mario cara a cara mientras iba inventando semejante mentira. Rodeó el coche y abrió el maletero, fingiendo buscar una cosa.
- No habría sido tan difícil explicárselo a Leonardo.
-Ya…¿Cuándo? ¿Mientras me gritaba a mí? ¿Mientras gritaba a Rebeca?
-Ahí he de decir que un poco más de tacto no te habría venido mal. Pero bueno, ahora que yo lo sé puedo hablar con él. Por cierto… ¿Qué tal con ese hombre?
-¿Qué hombre?- preguntó ella mientras se subía al coche, aliviada y celebrando interiormente su pequeña victoria.
-El que vive contigo.
-Ya no vive conmigo. ¿Cómo lo sabes?
-Me lo ha contado Leonardo y a él se lo contó Rebeca.
-¿Rebeca? ¿Se habla con Rebeca y no se habla conmigo?-Su voz sonó aguda y la pregunta patética. Cerró de un portazo y bajó la ventanilla del copiloto, Mario todavía quería saber más. Verónica le dirigió una mirada desagradable.
-Era un amigo de mi hermana, estaba en Galicia, trabajaba de camarero y me pareció correcto ayudarle.
-Espera, espera. ¿Hermana? ¿Correcto ayudarle? ¿Quién eres tú y qué ha pasado con Verónica?
A eso ya no tenía que responder. Llegaba muy tarde.  Giró la llave en el contacto y sin mirar siquiera a Mario maniobró y arrancó bruscamente.