Libros

viernes, 21 de octubre de 2011

El Muro.

El año pasado escribí una redacción para filosofía en la que defendía con fervor lo inútil que era mirar al pasado. Hoy no soy de la misma opinión. Por acontecimientos recientes me veo en la misma situación que hace dos años, tal vez un poco mejor, pero sin haber aprendido la lección al fin y al cabo.
Sinceramente no entiendo que me pasa. Me esfuerzo y no parece surtir efecto, la razón es obvia, no me esfuerzo lo suficiente. Tal vez estaba demasiado relajada, tal vez había olvidado la lección. Lo cierto es que no lo sé. He llegado a un momento en mi vida en el que todo depende única y exclusivamente de mi. Desgraciadamente para darme cuenta he tenido que estrellarme directamente contra el muro. Ahora, cuando tengo la sensación de que todo lo que queda de mi esfuerzo y, en parte, de mi misma no es más que un pequeño cúmulo de malas o poco acertadas decisiones no me queda otra que recomponerme y volver a empezar. ¿Por donde? Puede que deba replanteármelo todo, tal vez no sea un “Dios Dorado” como tanto me gusta pensar. O a lo mejor si. No lo sé. Con tantas malas decisiones como me avalan tengo “miedo” a que la siguiente también lo sea.
Hace un mes lo más cansado que podía hacer es moverme del sofá a la cama y ahora todo parece ser un esfuerzo titánico. Estoy cansada. Cada vez más café y menos tiempo. Harta.
No me gustaría volver al pasado, ni me gustaría dar un salto hacía el futuro, estoy donde me toca y tengo que aguantar como los demás. Pero parece imposible. Todo me parece demasiado largo y complicado, nunca estoy segura de qué hacer, de qué es importante y qué no, de qué me debería de afectar y qué no. ¡De nada! Tiendo a pensar que no estoy hecha para esto, que los números son demasiado y que no consigo entenderlos. Pero por muy bien que los entienda llega el momento de la verdad y ¡CLASH! De morros contra el muro, una y otra vez...Daría un brazo por lo contrario.
Se que puedo, que tengo capacidad. En el fondo de mi mente una voz engreída me dice que, efectivamente, soy un “Dios Dorado” que puedo con todo y que si estoy como estoy es por mi propia estupidez. Nada es suficientemente fuerte como para derrotarme por completo. Se que resurgiré como hago siempre, que si consigo aclararme podré demostrar todo lo que valgo. Para algo he leído tantos cómics. Todos esos cómics e historias de héroes que provienen de la más terrible situación y crecen y crecen hasta convertirse en el astro más brillante del firmamento. Ni por asomo quiero eso, solo quiero llegar a donde debería estar. Una meta y cumplirla. No parece tan difícil ¿no? Una vez más no lo sé. No sería la primera vez que me pongo una meta y la cumplo durante las primeras semanas, con resultados brillantes, hasta que me doy cuenta de que también la puedo cumplir con resultados no tan brillantes. Y de ahí al muro. Siempre presente. El muro puede ser algo que yo misma me impongo, algo que yo sola he creado, pero sinceramente, me da miedo. El miedo es bueno si es moderado, tiene una función. Probablemente el pasado también. Probablemente no sea algo que simplemente no se va a repetir sino una componente esencial del futuro. No lo sé. Intento mantener presente aquello en lo que quiero convertirme, pero no lo tengo muy claro. Tal vez ese sea el problema, no sé a donde voy o que quiero. Solo sé que el todopoderoso muro está siempre en medio.
¡PERO SE ACABÓ! Aunque me cueste mi vida esta vez va a ser distinta, tengo poco tiempo pero tiempo al fin y al cabo. Podría ser peor tanto la situación como yo. Así que se acabó el “cachondeo” tengo que empezar a aprender de los que me rodean, un poco de seriedad nunca viene mal.

jueves, 6 de octubre de 2011

Capítulo 12

Había sangre en la almohada con la que había intentado ahogar el sonido de su tos para que Diego no se despertara. Eran las 6 y media de la mañana. Verónica iría al médico y después podría volverse a Madrid y alejarse de esa maldita humedad.
“Y de él” pensó con cierto pesar.
Diego la había seguido después de que ella hubiese huido de Raquel y el pobre niño.
Verónica se recostó en la cama, aquello era incomodisimo. Se levantó llevándose la almohada consigo, se duchó y lavó la funda de la almohada. Si se quedaba allí acabaría por volverse loca.

Su forma de andar era orgullosa, siempre lo había sido. Andaba con la cabeza erguida. Uno de sus brazos colgaba gracilmente en su costado y el otro se mantenía doblado, firme, a la altura de su pecho, sujetando el cigarrillo. Sus pasos eran acompasados. No se contoneaba al caminar, no lo necesitaba.
-Buenos días, ¿Podría hablar con Raquel?
El camarero miró a Verónica de arriba a abajo:
-¡Hey! Raquel, quieren verte ahí fuera.-gritó.
-¿Quién es?- se escuchó la voz de Raquel acercándose.
-Una rubia de bote.-respondió el camarero sin apartar los ojos de Verónica.
La sombra de Verónica se dibujó en los ojos de Raquel pero en seguida fue sustituida por una sonrisa de autosuficiencia. Raquel salió y se apoyó en el marco de la puerta, con un montón de cubiertos en la mano.
-Bonito uniforme.-comentó Verónica repasando a su hermana.
-Gracias.- respondió Raquel quien parecía inusualmente serena. Se sentía confiada, segura por su victoria rotunda de la noche anterior. - ¿Qué tal has dormido? ¿Has podido o han vuelto las pesadillas?
-Bien pese a que tenía compañía, poco pero bien.
-¿Compañía?-Raquel no quiso preguntar eso, pero cuando se dio cuenta ya lo había hecho. Verónica sonrió pícaramente mientras encendía un cigarrillo.-¿Con que querías ofrecerle trabajo? Eres una autentica puta.
-¡Mira quien habla! Te recuerdo que ayer te aprovechaste de un niño con tal de atacarme. ¿Mereció la pena? ¿Qué le dijiste a sus padres? Diego me ha contado que nunca dedicas tiempo a ese niño.
-Diego no tiene ni idea de mi vida y tu no deberías jugar con él.
Raquel había ido alzando la voz conforme hablaba pero Verónica lo mantenía.
-Nadie juega con nadie. Esto no es un juego.- respondió Verónica con voz tajante.
-¿Y si lo fuera?
-¡Si lo fuera ganaría como siempre he hecho!
-¡Eso no es verdad!-Gritó Raquel.
-¡Claro que lo es!- respondió Verónica también gritando.- ¡Ganaría igual que he ganado siempre! Aunque me muriese ahora mismo mi vida habría sido más exitosa y mucho más plena que la tuya. Da igual de cuantos niños enfermos te aproveches. Da igual cuanto lo planees, porque estaba planeado. Oh si! ¡Estaba planeado! Sabías lo que ibas a decir y sabías que habría alguien lo suficientemente importante para mi como para que me preocupase lo que pensase.- Guardó silencio y tomo aire.- De todas maneras, no pienso perder el tiempo contigo.
Verónica observó a su hermana con desprecio durante un momento. Después se dio la vuelta, despacio, cruzo la calle, despacio, subió al coche, arrancó y maniobró despacio. Volvió a mirar a su hermana con desprecio y después acerleró para irse acompañada del estruendo del motor.
Raquel se quedó allí, despacio, levantó los cubiertos sobre su cabeza. Un sordo gemido surgió de su garganta, después, un grito. Con rabia y furia los lanzó al suelo. Mantuvo la vista en ellos durante un segundo, con los ojos llenos de lágrimas de ira.
-Tal vez el concepto que tienes de vida plena no es el correcto.