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martes, 30 de agosto de 2011

Capítulo 9

-Venga, acabemos con esto. Cuanto antes acabemos antes podré quitarme esta cosa.- dijo Verónica, sujetando su cámara con ambas manos. Llevaba puesto un grueso abrigo y una mascarilla para evitar entrar en contacto con las cenizas que flotaban a su alrededor.
-¿Por qué tanta prisa? Te pagan por esto, disfruta.-dijo alguien detrás de ella.
-Cuando Alfonso me llamó estaba en una especie de fiesta, perdona si me cuesta disfrutar de un bosque quemado y un montón de niños hambrientos.- respondió Verónica, estaba de muy mal humor, no había dormido en el vuelo y la mascarilla le irritaba la cara. Esquivó un cadáver chamuscado y se arrodilló para sacare una fotografía.
-¡No te quejes tanto! Llevo aquí dos semanas haciendo fotos a los desalojados y a pajarillos chamuscados. Pero cuando se pone interesante te mandan a ti y a mi me toca hacer de canguro. Siempre igual.
-oh, pobre Quique-respondió Verónica con marcado sarcasmo.
Quique era un chico joven, de unos 28 años que llevaba tiempo trabajando para la misma persona que Verónica. Era un chico bajito y delgado, bastante pequeño. Tenía los ojos oscuros y el pelo castaño muy corto.
-¡Lo peor no es eso!-exclamó indignado.-Lo peor es que…
-¿Acaso te crees que me impor…- se interrumpió, incapaz de seguir hablando. Comenzó a toser. Primero un par de veces, después otra y otra hasta que finalmente se dio un par de golpes en el pecho. Seguía tosiendo, violentamente, como si se hubiese atragantado. Intentó levantarse pero no pudo. Cayó de rodillas.
-¿estas bien? Mira arriba, eso siempre ayuda.
Verónica sabía que tenía razón pero no le hizo caso. Soltó la cámara y se llevó ambas manos a la boca. El peso de la cámara, colgada de su cuello hizo que se echase hacia delante hasta que su rostro quedo a varios centímetros del suelo. Notaba el conocido sabor salado en su boca conforme tosía esta se volvía mas intenso, cuanto más tosía menos aire era capaz de coger. Se arrancó la mascarilla y escupió toda la sangre que tenía en la boca. Comenzó a respirar hondo mientras observaba aquel líquido viscoso en el suelo. Se volvió a colocar la mascarilla y disimuladamente tapó la mancha con un poco de tierra.

-¿Alfonso? Hola, soy Quique...Bien…si…yo estoy bien pero no se si Verónica lo esta…El otro día cuando estuvimos con las fotos…si…son fantásticas…claro que las vi, yo las envíe… No… claro que hace su trabajo… De acuerdo, yo solo me preocupo por ella…Si…No intentaba sacar provecho de eso.
Quique estaba solo en la habitación que ambos compartían. No se sentía del todo bien por lo que estaba haciendo pero sabía que era mejor para ambos. Si aquello salía como había planeado Verónica se iría a casa y el obtendría la oportunidad que tanto tiempo llevaba esperando y saldría de la enorme sombra que proyectaba el nombre de Verónica. Pero no estaba saliendo como él lo había planeado. En vez de crear preocupación en Alfonso lo único que hizo fue enfadarle. Lo cierto era que Verónica cumplía con su trabajo y tenia mucho talento y eso mismo le estaba diciendo Alfonso en tono alterado mientras le acusaba de querer sacar partido de las debilidades de su compañera.

Alfonso, cómodamente sentado en su despacho en Madrid colgó el teléfono y se volvió hacia la ventana, marcó un número y esperó.
-¿Diga? – contestó Verónica de mala gana al otro lado del teléfono.
-¿Dónde queda eso de “Verónica Marselle ¿En que puedo ayudarle?”
- Hola Alfonso ¿Qué quieres?
-Nada en especial, saber como estabas.
-Estoy perfectamente, muerta de asco al otro lado del Atlántico porque un incendio ha quemado un bosque.
-Bien por lo que veo. De acuerdo, solo era eso. Adiós, querida.
Alfonso colgó sabiendo que Verónica ya lo había hecho.
"lo que me faltaba, fotógrafos celosos" pensó Alfonso

jueves, 11 de agosto de 2011

Capítulo 8

El Jeep blanco aparcó de manera un poco brusca frente a un árbol. La puerta del conductor se abrió y dos piernas ligeramente bronceadas se deslizaron hasta el suelo con un pequeño salto. Justo por debajo de las rodillas empezaba un vestido negro que se ajustaba a la perfección al cuerpo de la mujer rubia que lo vestía.
-¡Rubia!- exclamó un hombre perfectamente trajeado y pulcramente peinado.-Ciertamente dudaba que fueses a venir, tu mensaje fue un poco extraño. ¿Quieres algo de beber?
-Si, siento lo del mensaje, estaba haciendo el tonto...-se excusó Verónica.
El hombre se acercó y enseñó la casa a Verónica, dirigiéndola cuidadosamente con una mano en su cintura. Era Roque, uno de los más viejos amigos de Verónica, incluso más que Rebeca.
Roque y Verónica se conocían desde muy pequeños, las familias de ambos veraneaban en el mismo sitio, Roque había sido una de las pocas personas que había apoyado sus elecciones. Nunca la había dejado de lado y pese a que en ese momento estaba felizmente emparejado con otra mujer Roque siempre recordaba a Verónica como aquella chica de pelo castaño que tomaba fotografías de la playa de San Xenxo.
Un rato más tarde Verónica hablaba animadamente con un grupo de desconocidos. Todos habían dicho sus nombres pero Verónica los había olvidado, tampoco ellos recordaban el suyo.
-¡Mira quien está aquí! SaÍia que vendrías.-dio Rebeca, ataviada con un traje de chaqueta rojo adornado con pequeñas joyas negras. Verónica sonrió, tenÍa que reconocer que aquello sentaba bien. En ese momento aquellos dos días de soledad parecían años. Y no tenia años que perder, ni uno solo.
Se apartó javascript:void(0)un poco del grupo en el cual Rebeca era ahora el centro de atención y salió al amplio jardín, iluminado por pequeñas bombillas azules. Pensó en lo romántico que seria un paseo por aquel lugar con la persona adecuada y aquella luz tenue. Pero allí solo estaban ella, su sombra y la copa casi vacía. Sin embargo seguía siendo un bonito momento, algo melancólico. No duró mucho. Tras andar un par de minutos por el jardín la vibración de su móvil despejo cualquier melancolía del momento.

viernes, 5 de agosto de 2011

Capítulo 7

Verónica se apoyó en la ventana, mientras fumaba. Le gustaba observar a la gente que pasaba bajo su ventana, varios pisos más abajo. Escuchó el pitido de la cafetera, no le hizo caso. Tiberio se acercó y se sentó junto a ella. Escuchó el teléfono sonar dos veces, tampoco le hizo caso. Llevaba así un par de días, desde que se había despertado con aquel hombre y había ido a buscar ese coche que no estaba.
Había cortado relaciones con todo el mundo, solo había dos personas capaces de contactar con ella en aquel momento, una de ellas era su jefe. La otra era quien había llamado al telefono las dos veces para avisar. Pero Verónica no contestaba y ya era hora de que saliese de esa burbuja.
Rebeca se paró frente a la puerta azul del apartamento, sacó un enorme llavero y buscó la llave azul. Entró en la casa, cerró la puerta con llave y sirvió el café. Hizó todo el ruido que pudo, pero solo el gato de movio.
-Empezaba a pensar que te habías mudado o algo. ¡Quitate maldito bicho!-dijo Rebeca.-¿Hola? Es de mala educación no saludar a los invitados.
-¿Incluso a los no deseados?-respondió Verónica con voz monótona.
-Para echar a alguien primero hay que saludar y luego pedir que se vaya. Sin embargo, sabes que me voy a quedar.
Verónica dio una larga calada al cigarrillo, lo apagó en el alféizar de la ventana y lo lanzó a la calle. Tenía mal aspecto, estaba despeinada, pálida y tenía rostro cansado.
-¿Qué quieres?-preguntó encendiendo otro cigarrillo.
-Nada...bueno...he venido porque quiero que vengas conmigo a una cosa.
-No.
-No puedes negarte, haberlo pensado antes de asegurar a Roque que irias. Solo para que lo sepas vamos a la fiesta de su nueva casa.
-¡Pero yo no he...!-protestó Verónica.
-Claro que no, fui yo. Tú me obligastes, si no te huieses apartado del mundo no habria pasado nada.
-¡Qué te jodan!- Terció Verónica con voz grave.-¡Eso se llama encerrona!
-Si, cariño, lo sé. No tienes que darme las gracias, me conformaré con que lleves este vestido. Te veré allí,no quieras saber lo que ocurrirá si no estás allí pasada una hora como máximo- dijo Rebeca entregando un papel sobre el que haía garabateado una dirección y una hora.

martes, 2 de agosto de 2011

Memorias del vuelo.

antes de nada queria dejar por aquí algo que escribi cuando estaba en el avión, espero que lo disfruteis. Intentaré volver a la rutina de una entrada semanal lo antes posible

-Informamos a los pasajeros del vuelo de Air Canada número xxx con destino a Toronto que el vuelo ha sufrido un retraso y procederemos al embarque en aproximadamente media hora Gracias por su paciencia y perdonen las molestias.
Segunda vez que me decían que mi vuelo estaba retrasado. La primera fue sobre las 10:30, en el mostrador de Check-in, el chico sentad tras este era alto y pelirrojo, de pelo corto y voz remilgada.
-También le ofrecemos la opción de volar mañana con una compensación de 600 Euros.
-¡No!
-Es que hay gente esperando en Vancouver-explico mi madre.
Dos horas más tarde, ya pasada la supuesta hora de embarque allí estaba yo, junto con el resto de gente, deseosa de sentarme en un avión, o en cualquier sitio. Me dolían las rodillas, algo muy normal y estaba bastante nerviosa. Sobra decir que había ideado en mi cabeza la necrológica de todos los presentes, sobretodo de 3. Los 3 eran adultos y hablaban estruendosamente como si quisiesen que toda la terminal les escuchase. Poco la gente de la fila se fue sentando hasta que casi todo el suelo de la sala estaba ocupado por indignados viajeros.
Finalmente a eso de las 13:15 embarcamos y esperamos otra media hora hasta que el avión despegó.
6 horas, dos películas, 3 campañas del Call of Duty y 4 capítulos después llegamos a Toronto. Una voz anuncia en perfecto ingles y después francés:
-Informamos a los pasajero de que en media hora aterrizaremos en Toronto, donde hace una temperatura de...
¡Mentira! Media hora estuvimos para tocar tierra y otros 15 minutos para que nos asignasen una puerta. La mitad del avión salió corierndo nada mas se abrieron las puertas, yo entre ellos, bueno corriendo no, marchando.
Seguí las indicaciones de los letreros y para mi horror me encontré una sala llena de gente. Pasaporte en mano y con mi mejor sonrisa me dirigí a una rubia que dirigía el trafico de viajeros. Le explique mi situación esperando algún tipo de ayuda o consejo.
-Todos los que están en esta sala tienen que coger otro avión.- me contesto, la muy borde.
Espere la cola, que, todo sea dicho de paso, iba bastante rápido. Pasaporte, el formulario, un par de preguntas y a coger mi maleta.
Estaba muy nerviosa, era la primera vez que hacía escala sola, pero no había razón para estarlo. No entiendo muy bien porque pero lo único que tuve que hacer fue coger mi maleta y llevarla a otro sitio donde un calvo forzudo la puso en una cinta.
Solo me quedaba una cosa por hacer y 45 minutos para embarcar. El control de seguridad. Terribles palabras para alguien que tiene prisa. Comencé a trotar por el aeropuerto, afortunadamente en el control había poca cola, pero era muy lenta. Por razones que desconozco solo había abierto dos puertas, separadas una de la otra por más de 20 metros.
Aquello era eterno, pero mi patria venia a salvarme. 2 españoles se acercaron a unos de los encargados del control y hablando en español le explicaron que no llegaban al vuelo. El encargado cogió el billete observo la hora y les dejó pasar muy amablemente, por surte el vuelo que perdían era para Vancouver y otras dos españolas que estaban en la fila se hicieron notar, yo no iba a ser menos. Asique allí fuimos, 5 españoles a saltarse la fila del control de seguridad. Yo me quedé calla dita por detrás puesto que me di cuenta de que su vuelo no era el mismo que el mio.
Gracias a ese pequeño grupo de españoles desamparados pude ganar tiempo suficiente para aprovisionarme de agua para el siguiente vuelo, de Toronto a Vancouver. Gracias a Dios este vuelo sufrió un poco de retraso que me dio tiempo para respirar, primero fueron 25 minutos y después una hora y finalmente despegamos con 1 hora y 15 minutos de retraso.
Mientras escribo esto estoy en mi asiento, con uno de los hombres más grandes que he vito a mi derecha y una pareja de alemanes detrás con una niña rubia de ojos azules de 2 años. Se me olvidaba , tengo sueño.