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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Capítulo 13.

-Vaya, Verónica, me has decepcionado. Si algo me gustaba de ti era que nunca me pedías nada.
-¡Oh venga ya! Solo te pido una cosa. Además, para lo que me queda.- respondió Verónica.
-¿Qué? ¿Te queda de qué?
-¡Nada! Es...una....manera de hablar...si...Una frase hecha...¡Solo quiero que le eches un vistazo!¡Qué le des una oportunidad!- dijo Verónica apresurándose a volver al tema inicial.
-Sabes muy bien que echarle un vistazo y darle una oportunidad son cosas muy distintas...Veré lo que puedo hacer...-dijo Rebeca, pese a que en lo relacionado con contratar a gente podía hacer lo que le viniera en gana.- Me has dicho que es ingeniero ¿verdad? Y me has mandado el currículo, vale...bueno, te mandaré algo cuando lo vea. Por cierto, ¿Cuándo vuelves?
-¿Verónica Marselle? Ya puede pasar. Por aquí, por favor.- dijo una enfermera.
-Hm...No estoy segura, cuanto antes a partir de mañana. Ya hablaremos, gracias por lo de Diego.-Y colgó.
“¿Diego?” Pensó Rebeca. “Debe de ser el ingeniero” Se recostó en su asiento y comenzó a jugar con un mechero.
Verónica entró en la consulta pero no se sentó. El doctor estaba detrás de la mesa, con los codos clavados en ella y con las manos juntas contra la frente. Parecía preocupado. Ella se mantuvo en silencio durante un momento hasta que él reaccionó.
-Buenos días, perdona. Toma asiento...-pero al ver que Verónica no se movía añadió con tono áspero.- Si quieres. Seré breve. No tienes nada extraño, es muy normal en tu estado. Tampoco puedo hacer mucho, te daré un anti-inflamatorio y algo para la garganta pero no puedo darte mucho más. Lo siento mucho, Verónica... No puedo evitar sentirme culpable por todo lo que estás pasando.
-Tú no ti...- Verónica no sabía muy bien el porque de aquellas pero intentó defenderse.
-¡No!-respondió él levantándose de golpe-Puede que yo no, pero Roque si.... Él tiene la culpa de todo...¿Me lo vas a negar? No, no lo vas a hacer porque tengo razón. Me encantaría poder cambiarle, cambiarlo todo... Es un caso perdido... El muy imbécil...- Y se dejó caer con todo su peso sobre su silla. Tras un momento de silencio se irguió y comenzó a escribir las distintas recetas. Ella las cogió sin decir una palabra, todavía sorprendida por la escena y se fue. Cuando estaba en la puerta el volvió a pedirle perdón y ella volvió a no responder.
Verónica, volvió al coche, colocó la llave en el contacto y arrancó. A mitad e camino hacia Sangenjo, comida por la curiosidad, se paró en un arcén y cogió el teléfono.
Uno, dos, tres pitidos. Aquello era extraño. Roque era esa clase de persona que llevaba en su teléfono toda su vida y que siempre lo llevaba con él. Incluso en el baño, pensó Verónica. Siguió esperando. Podía estar ocupado, con alguna mujer, tal vez. Otros tres pitidos. Colgó y llamó a Rebeca. Tampoco contestó, antes de que se diera cuenta ya estaba escuchando el contestador automático pero aquello era normal. Sin embargo, lo de Roque no. Decidió no darle más vueltas, no serviría para nada.

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