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viernes, 9 de septiembre de 2011

Capítulo 11.

La ventana estaba abierta, justo delante de esta estaba un sofá y acurrucada en este Verónica. A su derecha el mar, a través de la ventana, a su izquierda un cenicero rebosante de colillas y cenizas, muy cerca de este, la mano de Verónica, descolgada del sofá sobre los restos de un último cigarrillo que se había consumido en el suelo. Verónica se había apalancado allí para descansar sus muchos dolores y nauseas. Se encontraba tan mal que se había planteado no ir a tomar un café con Diego. Se había quedado dormida.
El teléfono sonó, ella se removió en el sofá mientras lo buscaba. Respondió con su acostumbrada presentación entre bostezos y gruñidos.
-¡Verónica! ¿Se puede saber donde estas? Llevo esperando más de 20 minutos…-la voz alterada de Diego despertó completamente a Verónica. Colgó, se levantó y recogió rápidamente su bolso y sus zapatos. En el ascensor se recogió el pelo. En el coche se arregló la ropa. Llegó al sitio con un retraso de casi media hora. Aparcó, pero no se bajó del coche, Raquel estaba allí. Maldijo por lo bajo, conociendo a Diego seguro que Raquel ya sabia todo sobre su visita. Se pellizcó las mejillas mientras salía del coche.
-Siento el retraso.- no pretendía dar excusas frente a su hermana.
-¡Hola!- saludó Raquel muy sonriente.- Pues no entiendo por que me decías que tenía mal aspecto, yo la veo bien.-dijo dando cuna palmada en el hombro a Diego, quien estaba sentado entre las dos hermanas, alzadas orgullosas.- Diego, me ha dicho que le vas a ayudar a encontrar un trabajo mejor. Me alegra que ayudes a los que lo pasamos mal.
- Ayudo a quien lo necesita y a quien lo merece. A esos que se han esforzado y se han sacado una carrera digna y que acabaron el colegio pero que ahora padecen.
Raquel se mordió el labio inferior, nunca había tenido la destreza necesaria para defenderse de la lengua afilada de su hermana. Sin embargo, sonrió al ver que Verónica había puesto su próximo movimiento en bandeja.
-Todos ayudamos cuando la gente nos necesita ¿verdad? Yo hoy ayudo cuidando a Marco, así sus padres pueden disfrutar de un día de tranquilidad.
Mientras decía esto hizo señales a un niño que jugaba por allí cerca. Este se acercó y Verónica pudo ver con horror los rasgos mongoloides en su rostro. Instintivamente retrocedió. Verónica miró a su alrededor, nerviosa y consciente de las miradas de los presentes fijas en su persona. Juntó los labios y esbozó una sonrisa forzada la cual creo una enorme sonrisa maliciosa y algo siniestra en los labios de Raquel. Esta última se regocijaba viendo como su plan funcionaba, solo quedaba rematar con aquellas palabras que hace tanto tiempo había preparado en su mente.
-Este niño me recuerda a Pablo González. ¿Qué habrá pasado de él? Hace tiempo que no viene a casa. No consigo recordar si ocurrió algo.¿ Tú te acuerdas?- Verónica taladró a su hermana con la mirada, claro que se acordaba, ambas se acordaban.- De todas formas, debió de pasar hace ya tanto tiempo que debería estar más que superado. ¿No crees?
-Claro,-respondió Verónica.- Más que superado. Muy muy superado.
Verónica se agachó juntó al niño, este sonrió y caminó hacía ella, muy contento. Verónica volvió a retroceder, tropezó con sus propios pies y perdió el equilibrio. Cayó con todo su peso hacía atrás, el golpe asustó al niño, este comenzó a gritar y a llorar. Verónica se levantó, horrorizada por un montón de recuerdos, escupió una disculpa y escapo de un niño inofensivo.

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