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domingo, 1 de mayo de 2011

Cápitulo 1

La carretera serpenteaba entre los árboles, que fuertes y vigorosos extendían sus ramas hacía el cielo. Se notaba la humedad en el ambiente, tal vez por la cercanía al mar o por lluvia que había castigado a la tierra y sus habitantes durante la noche anterior. Pese a las altas probabilidades de lluvia un coche descapotable recorría la carretera a cierta velocidad. Su conductora había quitado la enorme capota como si quisiese desafiar a los elementos. El viento del norte revolvía sus cabellos rubios y se llevaba el humo de su cigarrillo. Conducía despreocupadamente como si nada le importase, ni el límite de velocidad, ni la prohibición de fumar al volante, ni la lluvia, ni conservar su propia vida. Nada le importaba mientras tuviese su coche, un cigarrillo y su cámara. Tomó un desvió y entro a un pequeño pueblo, observo las casas que pasaban rápidamente a su alrededor todas de piedra y no muy altas, típicamente gallegas. En pocos minutos salió del pueblo y entró en otro. Disminuyó un poco la velocidad conforme se acercaba a la zona de Sangejo, donde siempre había muchos turistas. Tras un rato de callejear aparcó, puso la capota y se fue. Anduvo durante un rato hasta llegar a una amplia terraza con vistas al mar y sombrillas blancas. Una mujer muy parecida a ella se levantó y la saludó.
-Bueno, por fin llegas, pensé que te habría surgido algo más importante que hacer.- dijo la mujer que estaba esperando.
-¿Más importante que ver a mi hermana a quien no veo desde hace casi 9 años?- dijo sarcasmo- Tranquila, en el fin del mundo no suele haber cobertura.
-Tan amable como siempre-susurro su hermana mientras le indicaba que se sentase.-por favor, Verónica.
-No pretendo quedarme a comer.- dijo Verónica secamente.
-Algo más importante que hacer- adivino su hermana
-Hay mil cosas mejores que hacer, Raquel.- Dijo Verónica tomando asiento.
-Bueno ¿qué es eso que querías decirme? Te recuerdo que tú eres la razón de que estemos aquí.
-Yo solo quería hablar, no necesitaba verte, Raquel. Verás he venido a España por una razón por la cual me habría gustado saltarme esta visita. Y he sabido algo que creo que debes saber y que sería más adecuado que tú transmitieses a la familia. He venido para ver al mata-sanos, ese que era amigo de papá, el gordo, calvo...¿sabes cual digo? Bueno da igual...El caso es que resulta que estoy enferma.
Por toda respuesta Raquel rompió a reír. Recordaba que a Verónica le gustaba hacer bromas de mal gusto.
-Muy bien ahora en serio, ¿qué te ha dicho el médico?
-Me ha diagnosticado Hepatitis...B.
Raquel se quedo helada y durante un momento fue como si su corazón no latiese. Verónica esperó una respuesta pero al no haberla desvió la mirada hacía la costa y encendió otro cigarrillo.
-¿como puedes decir algo como eso así, sin sentimiento alguno? Deja esa mierda ¡Joder!- grito Raquel levantándose y tirando al suelo el paquete de tabaco.-¿es que no te das cuenta de lo que estás haciendo? ¡Todo te importa una mierda! Lo único que quieres es pasártelo bien en el momento y no piensas en el futuro.
Verónica se levanto y recogió la cajetilla mientras decía.
-No pienso permitir que mi hermana pequeña me de lecciones de como vivir.
-¡Solo quieres ir contra corriente! ¿acaso no aprendes nunca? ¿No podías ser como los demás buscarte un trabajo normal y una familia?
-¿Como hiciste tú?¿como hizo mama? Sabes que no quiero eso, que no aguantaría ceder mi vida a niños gritones y acabar trabajando de camarera como haces tu o limpiando escaleras como mama. ¡Sabes que no aguantaría vivir como todos esos miserables atrapados en su rutina! Lo siento por ti si envidias que yo haya hecho algo grande e importante. ¡Si este es el precio que tengo que pagar por vivir como quiero que venga la muerte y me lleve ahora mismo, no me arrepiento de nada!
Con todas aquellas palabras descargo su ira contra su familia venida a menos e hirió profundamente los sentimientos de su hermana. El rostro de Verónica permaneció impasible, con el ceño parcialmente fruncido pero Raquel tenía lágrimas en los ojos.
-¡No pienso ayudarte en nada! Tú sólita contarás a mamá lo que te pasa. ¡Ya eres mayorcita!
Por toda respuesta Verónica exhaló el humo de su cigarrillo en el rostro de su hermana y esta salió corriendo.
Verónica observó como su hermana se iba, huyendo como una niña pequeña, como siempre.
-Mierda...Ponme un café, por favor.-dijo refiriéndose a un camarero que estaba cerca.- Bien cargadito.
Tras un momento llegó el café y lo bebió, sin azúcar y sin leche. Pidió otro y otro, después una botella de vino. Verónica pasó lo que quedaba de tarde allí sentada. Después cenó y por último el camarero que la había atendido se acercó a ella y le pidió amablemente que se fuese. Ella estaba distraída y no entendió ni una palabra.
-Vamos a cerrar -repitió él despacio.-Son las 12, entre semana cerramos a las 12...pero...¿aceptaría si la invito a una copa en aquella terraza de enfrente?
Verónica sonrió y se levantó.
-De acuerdo, pero antes necesito ir ir al coche...a por la chaqueta, que refresca...
Lo cierto es que quería ir a por tabaco, después de toda la tarde sentada en esa terraza se había quedado sin reservas
-Aquí te espero. Así aprovecho para cambiarme y acabar de recoger...-dijo él mientras se iba. Era un hombre joven, debía de rondar los treinta y pocos años, de aspecto era bastante normal. Era alto, muy alto.
Ella se fue y volvió al cabo de un rato, con la chaqueta y con un cigarrillo entre los dedos.
-Bueno...a todo esto no nos hemos presentado. Me llamo Diego.
-Encantada, yo soy Verónica.

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